JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
José Carlos Mariátegui, la figura más importante del Socialismo Peruano del siglo XX nació en Moquegua el año 1985. Su padre Francisco Mariátegui era empleado público y su madre María Amalia La Chira hija de pequeños agricultores. Cuentan algunos biógrafos que la familia de José Carlos era de condición muy humilde llegando incluso a afrontar una dramática situación de miseria tras el abandono del padre. La madre de José Carlos trabajó de modista para ir sacando adelante a la familia.
José Carlos estudió en la Escuela Primaria de Huacho, al norte de Lima, donde destacó por su profundo afán de lectura. Aún siendo niño leyó a Amado Nervo y a los poetas franceses, despertando en su alma –prematuramente madura–, inclinaciones hacia la poesía y la composición literaria. Por desgracia, por estos años escolares sufrió un fuerte golpe que le dejó la pierna casi sin movimiento quedándose imposibilitado de realizar esfuerzos físicos.
En 1905, cuando tenía 15 años empezó a trabajar en una imprenta localizada en los talleres del diario La Prensa; primero trabajó de aprendiz y luego de ayudante de linotipista. Pasó pronto a la oficina de redacción como corrector. En este mismo periódico tuvo la oportunidad de publicar algunos artículos con el seudónimo de Juan Croniqueur. A los 18 años era ya redactor habitual de las crónicas de sucesos y otras columnas del periódico. El sueño de José Carlos de convertirse en escritor se estaba haciendo realidad. Cerca de 30 artículos suyos aparecieron el La Prensa el año 1914, en los que abordaba temas sobre el arte y la cultura en Perú, noticias sobre las guerras a nivel mundial y la vida y obra de algunos famosos. Publicó además dos cuentos breves que había mantenido inéditos, algunos sonetos y otras composiciones poéticas. Escribió además el argumento de una pequeña obra de teatro que se estrenó en el teatro Colón y se la dedicó al maestro Ricardo Palma, autor de las famosas Tradiciones Peruanas.
José Carlos mantenía relación con los círculos artísticos limeños y se interesaba por ciertos ensayos publicados en Europa. Hizo una gran amistad con Abraham Valdelomar, quien en un emotivo arranque de respeto y admiración llegó a llamarle “cojito genial”. Igualmente fue amigo de César Vallejo, para quien tendrá palabras de reconocimiento en su ensayo sobre el proceso de la literatura peruana. Con Valdelomar llegó a fundar la revista “Nuestra Época”, en cuyo primer número aparece el artículo “El deber del Ejército y el deber del Estado” en el que critica ásperamente los excesivos gastos militares mientras gran parte del país subsiste en mínimos niveles alimenticios y educativos. La revista de Mariátegui fue censurada por el Gobierno, lo que le instó a fundar un diario, a través de cuyas páginas profundizó sus reflexiones sobre la vida política peruana y la participación en ésta de los movimientos obreros y estudiantiles. Desde el diario La Razón Mariátegui fustigaba duramente al Gobierno, por la continua represión contra la clase obrera y por su desatención a la reforma universitaria y a la vez que vislumbra el advenimiento de una Patria Nueva. La Razón llegó a ser el órgano antigubernamental más importante del país.
Por entonces sucedió algo inexplicable; lo que algunos han llegado a considerar una traición a la causa obrera y estudiantil. Mariátegui aceptó una beca del gobierno de Leguía y de un momento a otro se marchó a Europa, supuestamente como corresponsal de prensa.
El período europeo José Carlos –entre 1919 y 1923– fue fundamental en su evolución ideológica y política. En París contactó con Henri Barbusse y otros socialistas franceses. Se estableció en Italia, desde donde escribió artículos para el periódico El Tiempo. En 1921 asistió al congreso de Livorno, donde la línea socialista de izquierda se escinde de la socialdemócrata, y se da el primer paso para la creación del partido comunista italiano. Mariátegui se decanta por el marxismo y llega a considerarse un pensador revolucionario. Confía en la llegada de un tiempo nuevo para el hombre, el mundo y la cultura americana.
En 1921 José Carlos contrajo matrimonio con Anna Maria Chiappe, de la que estaba profundamente enamorado, y a quien llegó a decirle a través de una carta publicada en “La Novela y la Vida” palabras tan metafóricas como: “la vida que te falta es la vida que me diste…” Con Anna Chiappe llegó a tener 4 hijos: Sandro, Sigifredo, José Carlos y Javier. Aunque se sabía también que él tenía una hija de nombre Gloria María, fruto de la relación que había tenido en Perú con Victoria Ferrer.
La etapa europea sirvió a Mariátegui para descubrir, como él mismo dijo: “al final sobre todo nuestra propia tragedia, la del Perú, la de Hispanoamérica. El itinerario de Europa había sido para nosotros el mejor y más tremendo descubrimiento de América”. En 1923, después de casi cinco años, Mariátegui volvió al Perú.
Mariátegui volvió para reanudar con mayor capacidad y más segura orientación que antes su actividad periodística. En coordinación con los movimientos obreros y estudiantiles y junto a Víctor Raúl Haya de la Torre –futuro líder del Partido Aprista– fundó la Universidad Popular Gonzáles Prada –nombre dado en honor de quien tanto influyera en esta generación- . Mariátegui dictaba cursos en esta Universidad, que estaba abierta al público y era gratuita. Habló sobre “La Crisis mundial y el proletariado peruano.” Comentó la desunión de la izquierda entre reformistas y revolucionarios, tomando postura personal por estos últimos. Otros temas que dictó fueron: “El fracaso de la Segunda Internacional” “La intervención de Italia en la Guerra”, “La revolución rusa”, “La revolución alemana”, “La revolución húngara”.
Mientras dictaba conferencias, Haya de la Torre –que dirigía “Claridad”, la revista de difusión de las universidades populares– fue arrestado por la policía y seguidamente deportado al extranjero por el Régimen de Leguía, que se mantenía en el poder. Mariátegui pasó a ser entonces el coordinador de esta revista y la orientó hacia la defensa de los intereses del mundo obrero.
En 1924, a causa de su vieja dolencia, sufrió la amputación de una pierna, y quedó a partir de entonces postrado en silla de ruedas. Fue un duro golpe, pero a pesar de ello expresó a sus compañeros su deseo de no dejarse abatir y sus ansias por proseguir e el camino de la revolución. Siguió escribiendo para “Claridad” y las revistas “Mundial” y “Variedades”. En 1925 publicó su primer libro: “La escena Contemporánea”, que causó notable impacto en los círculos políticos e intelectuales peruanos, por lo que significaba la difusión de sucesos, ideas y personajes desconocidos en los ámbitos populares. La figura de Mariátegui se fue agigantando en el ámbito latinoamericano. Y él, poniendo siempre la sangre en sus ideas políticas mantenía contacto con los revolucionarios cubanos, y con César Sandino, a quien llamó: General de Hombres Libres.
En 1926 fundó la revista Amauta, con el objeto de “plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos”. En los años siguientes, fueron apareciendo numerosas ediciones de “Amauta”, a pesar del duro ataque de la prensa conservadora. El mismo Gobierno, llegó a clausurar la revista, apresando a Mariátegui junto con otros editores, bajo la acusación de “complot comunista”. Pero pronto fue liberado gracias a la protesta de obreros y estudiantes y de los intelectuales de toda América que se manifestaron contra el Gobierno de Leguía por su medida represiva contra una simple publicación. Mariátegui proyectó marcharse a la Argentina por lo difícil que le resultaba vivir en una atmósfera injusta y espiritualmente sofocante. Le comentó a un amigo que: “o se me consentía continuar Amauta en Lima o yo tomaba el camino del destierro para restablecerla en Buenos Aires”. Pero no viajó a la ciudad bonaerense porque Amauta volvió a editarse en Lima.
Mariátegui decía que el socialismo está en la tradición americana: “La más avanzada organización comunista que registra la historia es la incaica…, aunque en el presente y en el futuro debe ser una creación de algo nuevo, dando vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. Así veía él su misión.
La revista “Amauta” influyó notablemente sobre la cultura peruana contemporánea, porque representó además de una oportunidad de intercambio de ideas con otros compañeros americanos, el contacto con artistas, escritores, filósofos e ideólogos europeos.
En 1927, en el segundo Congreso Obrero, Mariátegui hizo una exhortación a los sindicalistas peruanos para vencer las tentaciones individualistas, buscar la unidad y crear una organización sindical nacional que superase intereses corporativistas y consiguiera expresar los intereses de la clase obrera y que además aportara una disciplina revolucionaria mediante una organización estructurada. Opinaba que el marxismo era un instrumento teórico del proletariado en su lucha, una herramienta que debía aunar los esfuerzos colectivos.
En octubre de 1928, tras la ruptura definitiva con Haya de la Torre –que se decantó por la fundación de un partido de corte nacionalista, el Partido Aprista Peruano–, Mariátegui redactó el acta de constitución de un partido de tendencia socialista, con clara orientación marxista-leninista, siendo él mismo elegido secretario general. Y ese mismo año, José Carlos publicó los “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, que obtuvo pronta trascendencia en la historia y el pensamiento en Perú y Latinoamérica. Sus seguidores empiezan a llamarle “el Amauta”, palabra quechua que significa sabio, maestro.
Pero la represión del Gobierno contra los editores de la revista Amauta que estaba removiendo la conciencia de varias generaciones de peruanos llegó a agudizarse, y Mariátegui, el artífice de este movimiento, volvió a pensar en la posibilidad de exiliarse a la Argentina. Pero cuando lo preparaba todo para marcharse, lo sorprendió la muerte, en la mañana del 16 de abril de 1930.
Por las calles de Lima desfiló una multitud de hombres, con banderas, pancartas y sombreros, para dar el último adiós a quién se había convertido ya en el espíritu de los nuevos hombres americanos, en un maestro para trabajadores y artistas de extracción popular y en una especie de guía para los socialistas revolucionarios.
La vida de Mariátegui fue una“vida de papel”, porque sólo vivió 30 años, pero su obra fue significativa, ya que tuvo importante trascendencia política en el siglo pasado e influyó en la mentalidad de muchos peruanos que de diversos modos interpretaron su ideología política. La Izquierda peruana de los ochenta buscó en la doctrina mariateguista o “Mariateguismo” una herramienta de lucha política, y los militantes del partido que fundó Abimael Guzmán, los senderistas, interpretaron a su peculiar modo el legado político del insigne intelectual.
Leer a Mariátegui significa acercarse fidedignamente a la realidad de un país que a pesar del tiempo transcurrido todavía arrastra los traumas y las taras de un pasado colonial y republicano vergonzosos; es una lectura que conmueve, pero que fue extraída de una realidad descarnada, la del Perú del siglo XX.